lunes, 12 de octubre de 2009

La orfandad del podenco Campanero


Ya publicado en mi columna de opinión 'Perros de Aquí' en la revista
PERROS DE CAZA número 200 (año 2007)


Desde el siglo de oro español, existen testimonios del uso de perros blancos de orejas enhiestas en la caza, principalmente en dedicados a la caza de pelo en la oscuridad de las noches. Estos lucerniegos o lucharniegos fueron elevados a la categoría de raza cuando los monteros del sur la identificaron como insuperables en la dehesa. Ahora el Campanero vive un cierto declive. Nuevas razas de podencos y sus variantes (Paternero, Valdueza...) invaden otras zonas, monte acaso más espeso. Con todo, el Campanero sigue siendo la raza estelar de la montería y su lámina comunica calidad y empaque a las rehalas que lo atesoran. sin embargo, nadie lo defiende.

El podenco ibérico de talla grande es denominado a veces Cordobés o, más propiamente, Campanero. Indiscutiblmente, el perro de la Campana es la raza moderna española de mayor éxito. Nació como perro de liebres y enseguida fue elevado a la categoría de sublime perro puntero, protagonista de la montería moderna. Su valor como perro rastreador y ventor ha sido alabado por todos los clásicos del siglo pasado. Ha sido objeto de una veintena de trabajos científicos y su imagen está implícitamente relacionada con las rehalas y la caza mayor que se practica en cualquier punto de la geografía peninsular. No hay montería que se precie sin bellas colleras de podencos campaneros. Se estima que un ochenta por ciento de los perros dedicados a la montería pertenecen a esta raza pura. Su censo es el mayor de nuestras razas autóctonas, seguramente superará los 50.000 ejemplares. Y sin embargo, el Campanero oficialmente no existe; dicho de otra forma, no tiene hoy reconocimiento oficial. No existe un libro de registros para el perro primordial de las rehalas. Su estándar oficial no se ha redactado y su patrón funcional no existe, ni en borrador. Ni los perros y ni las rehalas tienen presencia en exposiciones. Tampoco hay pruebas funcionales del podenco de la Campana, ni individuales, ni colectivas.

Siempre han existido en España perros de orejas erguidas y talla grande, muchas veces retratados en cuadros de caza mayor. Sin embargo, el podenco blanco de rehala nació modernamente como raza local en la provincia de Sevilla. La caza nocturna de liebres en las campiñas de Écija y La Campana exigía un perro blanco de gran velocidad y suficiente docilidad para actuar como cazador, cobrador y ‘quitaor’. La nueva raza se compuso a principios del siglo XX a base podencos, regalgos y amastinados berrendos tan característicos del terreno. Conjugaba afición, vientos, rusticidad, poder, envergadura... Luego, el cruce fue depurándose con la incorporación de perros mallorquines, que le comunicaron verticalidad, pelo duro dominante, esbeltez y lámina. Las aptitudes para la caza mayor en la nueva raza fueron descubiertas pronto por los inteligentes monteros cordobeses, que impulsaron la cría de la raza denominándola ‘perros de la Campana’. En los años cincuenta, las rehalas de El Viso del Marqués ya estaban esencialmente compuestas por los nuevos podencos allí llamados‘cordobeses’ de capa predominantemente blanca. Los cuadros de Covarsí recogieron el nacimiento del nuevo protagonista de las ladras. Los fascinantes ‘podencos ibéricos’ enamoraron al Dr. Raúl García Bengoechea, quien a su regreso militar de África los comenzó a presentar en exposiciones caninas. En 1979, con ocasión de la exposición de primavera del Retiro de Madrid, don Mariano de Jove presentó un inmejorable lote de podencos pelicerdeños -berrendos en naranja y en negro- traídos para la ocasión desde su finca de Écija.

El Campanero es indispensable en la Montería con letras mayúsculas. Por el contrario, pasa como perdido entre los papeles. En cualquier enciclopedia canina tiene más importancia el remoto perro de osos de Karelia (¡) que el protagonista asiduo de la Montería española, cacería de reses mayores organizada más antigua del mundo. Al menos, en este número doscientos de ‘Perros de Caza’ será un invitado digno para ser ensalzado. Da la impresión que el éxito multitudinario del Campanero entre podenqueros, le haya traicionado en los despachos: es una raza huérfana. La administración autonómica de Andalucía no lo reconoce; las federaciones de caza nunca le hicieron aprecio; la Asociación de rehalas se ve impotente en términos de cinofilia; los rehaleros –uno por uno- se han desentendido de la tipificación de su patrimonio; la Real sociedad Canina de España lo confundió y lo mezcló inopinadamente con el podenco conejero. Me encantaría ver encumbrado y diferenciado al protagonista de los escritos de Covarsí, Yebes, Aguayo... Me encantaría que los clubes de podencos conejeros andaluces renunciaran valientemente al triple y ficticio estándar que ha introducido rateros en la raza y ha marginado sin personalidad al perro de rehala. Me encantaría colaborar en ese proyecto de José L. Dominguez en el sentido de abrir un registro para las razas españolas de rehala y caza mayor. ¿Quién se atreve a defender, tipificar y revalorizar la mejor seña de identidad de la caza mayor en España?

EL ALANO NUNCA DEBE SER PROGNÁTICO


Ya publicado en mi columna 'Perros de Aquí'
en la revista 'PERROS DE CAZA' número 199 (año 2007)


La cinofilia organizada es complice del amaneramiento sin rigor que sufre esta raza hoy. He intentado reconvenir a los criadores más activos de cachorros a un cambio de estrategia en la selección más acorde con las tradiciones vinculadas a la raza. Sin éxito, más aún con rechazo, sin argumentos veraces y con malos modos. Las personas que han criado Alanos españoles en los últimos años -y aún las actuales- han desplazado el epicentro de las decisiones en la selección de la raza a la moqueta de las exposiciones caninas. Sin embargo, el Alano español es un perro de caza. La noble raza que acompañó a los pueblos caucásicos en su llagada a España ha ido de la mano de la nobleza y su principal uso secular fue la caza mayor, que en España recibe una estructura, reglamentación y ordenación peculiar llamada 'Montería'. Sin embargo no son monteros quienes crían estos perros y en las tendencias de selección prevalecen conceptos afuncionales. También faltan las herramientas para la adecuada selección hacia la caza, como perro de alcance y agarre. El estandard oficial de la raza es contradictorio y confuso; el oficioso defiende cruzados de bóxer; no se dispone de un estandard de trabajo en el alano, olvido imperdonable y quízá interesado; no hay pruebas de caza animadas por los grupos de criadores porque a ninguno interesa la vocación funcional. El resultado es que los perros de los años noventa se rifaben entre rehaleros y hoy donde más se ven es en los pisos y chalets. Las cosas irán cambiando cuando nosotros podamos desarrollar un plantel de cría depurado y en la medida de que cada aficionado se defina y defienda el alano verdadero.

El perro Alano es el perro clásico del agarre en la montería y ronda. Un animal de carácter indómito para el alcance y presa de reses en el monte. La evolución de la caza mayor organizada en España cambió en la segunda mitad de siglo la función de la rehala y los perros de presa clásicos cedieron su plaza. Durante los años finales del siglo XX, un grupo de estudiantes de veterinaria acometimos ilusionados su recuperación, a partir de 1980 con perros de base autóctona y tipo tradicional. Hasta conseguir una buena implantación nacional de la raza, con un centenar de perros en las rehalas y varios criadores ya en los años noventa. Acostumbrado yo a agarres de vacas y jabalíes, una de las vivencias más tristes que he experimentado tuvo lugar en Huelva. Manolo Jarén (valedor de esos perros chatos, de los Cuadrejones) lanzó contra un becerro bravo, un perro macho prognato de su cría, al que enseguida se le tronchó el colmillo derecho inferior, en sólo unos segundos, de raíz, con pérdida del alveolo canino y la masa ósea mandibular, con una hemorragia innecesaria. Allí mismo se acabó la vida útil del joven perro y también allí concluyó para mi interlocutor el fútil argumento de la viabilidad de los perros con prognatismo.

Ejemplares de la raza pueden verse hoy con profusión en las recovas de caza mayor. Sin embargo, el alano ha cautivado en la ciudad, como era de esperar. Inexplicablemente, son muchos los propietarios de piso que pasean su Alano por un parque. Los criadores fomentan la falsa idea de que el alano es un apacible animal de compañía. La raza está fuera de pruebas funcionales. El principal y nefando defecto de la población actual es un prognatismo casi general. El prognatismo ha transformado el tipo de los alanos verdaderos, ha debilitado el carácter de la raza, ha propiciado el cruce con bóxer, ha acortado la vida útil de los perros y le ha despojado a la raza del sitio internacional que merecería. El prognatismo en los perros de agarre condena a una vida corta al ejemplar que lo sufre. Dos acontecimientos importantes han marcado la reciente selección de la raza, posterior a la fase de recuperación. Por un lado, la publicación de dos libros: el uno bienintencionado aunque plagado de errores y el otro apócrifo hasta en las fotos. El otro hecho, la publicación de un patrón racial oficial confuso, ambiguo, lleno de inexactitudes y en un lenguaje vulgar, que sumerge en la ambigüedad a cualquier aficionado. Seguramente el peor texto como estándar racial canino de los oficializados hasta hoy.

Hay esperanza de reorientar la selección. Hemos vivido un acontecimiento reciente digno de ser reseñado. Con ocasión de la exposición Especial de Razas Españolas, un numeroso grupo de alanos se sometieron al criterio de Carlos Salas. El juez es un cinólogo reconocido y participó con nosotros en la localización de ejemplares allá por los años ochenta. Tan divertido como fue encontrar al ‘Navarro’ de Sámano, me parecía a mí revisar aquella tropa entre la que yo mismo formaba con mi perro, particularmente con la perspectiva de los 27 años transcurridos. En un ring estrecho de apenas 10 X 6 convivían sin ningún grado de agresividad quince perros machos de una raza legendaria por su combatividad y territorialidad. El juez no ordenó –contra pronóstico- que ninguno de aquellos descendientes de Leoncico entrara en galope, que es el paso consustancial a la raza.. Aquel paso lánguido y ordenado beneficiaba a los numerosos perros braquicéfalos y chatos que poblaban la alfombra. En el trote, los prognáticos metían la cabeza contumaz entre sus brazuelos y tiraban torpemente hacia abajo del presentador ... Dónde estaba ese correr atlético, ese andar felino, ese trote de cabeza alta, ese necesario galope con golpe de riñón. De pronto, el juez se presentó como Clint Eastwood, vestido de blanco pálido, como jinete del cine. Con una de sus muecas en la cara y esa sonrisa del que perpetra una buena acción. Dejó solo siete perros en el ring. Lanzó un sutil mensaje, como las películas del americano: evidente para los inteligentes. El jinete pálido puso delante los únicos tres perros de boca correcta y se dirigió a ellos con claridad. Pudo haber disparado su revolver contra los cuatro prognáticos restantes, sin embargo se explicó con educación, rigor y generosidad, que a los nobles les parecieron incomprensibles y a los pillos, una bajeza. Pero el gesto estuvo allí. En un curso acelerado de apenas quince minutos, Salaswood marcó los límites de la tolerancia en la cría, dijo por dónde debe ir la selección, le otorgó la raza a uno de los dos perros concurrentes del tipo genuino, enmendó la plana a los que sospecharon favoritismos y demostró que aún hoy se puede dictar cinofilia, afición y selección desde un ring, artes olvidadas en las exposiciones desde hace años.

MI REIVINDICACIÓN DE LA RECUPERACIÓN DEL ALANO ESPAÑOL







Ya publicado en mi columna ‘PERROS DE AQUÍ’
del nº 199 de la revista 'Perros de Caza' (año 2007)

Reedito en el blog este artículo de opinión que causó un pequeño terremoto entre los aficionados de verdad al perro alano. Que ha servido de reflexion para propios y extraños y que escribí yo en un estado de decepción grande, porvocado al contemplar -en Archidona- una colección de falsos perros alanos, ensalzados por un colectivo de personas ajenas al campo, erradicadas de la tradición de nuestras razas autóctonas, desconocedoras de casi todo, propietarias de casi nada, embarulladas entre mentiras, prosapias y oropeles de moqueta. Un ambiente en el que nunca pensé que cayera la funcional raza a la que dedicamos quince años de nuestra vida y cinco generaciones de perros valiosos. Escribí estas líneas con ánimo correctivo de tendencias, con la esperanza de que criadores y propietarios aplicasen con rigor los criterios originales en la recuperación y selección de la raza.

Las fuentes de información sobre alanos han quedado difuminadas; las informaciones que circulan entre los propietarios son como leyendas urbanas exentas de rigor. Hoy es frecuente ver que websites se apropian de fotos mías históricas de alanos y ni siquiera citan la fuente. La selección viene jaleada por quien gana en una exposición de belleza. Los legendarios alanos llegan a las exposiciones caninas con presentadores con americana y corbata ¡!. Los criadores se han inventado eufemismos para disimular el prognatismo. Cualquiera que adquiera un cachorro alano de los actuales debe revisar bien tipo y boca, sabedor que los dientes incisivos y caninos mudan y las encías ensanchan. Lo que puede ser machito de ajuste dentario con ocho semanas, será posiblemente un prognático irredento con seis meses.

En 1980, Luis A.Centenera, Luis Esquiró y yo mismo acometimos un viaje de localización de perros alanos en Extremadura (lo denominamos ‘Alanex’) que concluyó con la localización en la sierra de San Pedro (Cáceres) de una vieja hembra –la Loli- y su cohorte de hijos agarrando venado. Aquella perra fue el punto de partida en la recuperación de la raza. En diciembre de aquel mismo año, otra expedición con Luis Arribas y Juan M. Fernández Ahedo por las Encartaciones nos descubrió un mundo de perros de presa autóctonos, que ya habían sido definidos en 1960 como perros de ‘presa del país’ por los veterinarios locales. Nuestras otras búsquedas por el campo charro (Salamanca) y el norte de Burgos sólo nos ofrecieron perros chatos de presa, de mayor o menor envergadura, de más o menos cabeza. Alrededor de la vaca monchina empezó la localización de ejemplares del tipo ‘alano’ tradicional, con boca en tijera y constitución atlética, que escaseaban dentro de los más frecuentes perros de presa chatos. Vinieron los emparejamientos con el Limón, el Chacur, el Navarro... perros vaqueros sobre los que se cimentó la recuperación de la raza. De entre la población de perros encartados, nosotros siempre fuimos fieles a nuestro objetivo: el legendario perro alano del centro y suroeste peninsular, de alcance veloz y agarre firme, de boca blindada y aliento inextinguible. Sólo captamos cinco reproductores de entre más de ciento cincuenta localizaciones. La crianza fue trabajo familiar en mi casa: 1980 a 1994. Los primeros alanos conocidos, después de los del duque de Arión, llevaban el nombre de Alajú. Comenzamos a regar por goteo la España montera de perros alanos y retornamos importantes cachorros a las Encartaciones. Y en eso llegó el perro talismán, el producto que buscan con ahínco los criadores de cualquier clase de ganado, capaz de ser y transmitir. Nació ‘Alajú Godo’ (Alajú Gala x Navarro), un perro de cuarta generación F3 nuestra. Potente, velocísimo y mordedor, de expresión endemoniada, noble y dominante, de perfecta boca en tijera, con sus ‘llaves’ ajustadas como mandamiento divino, remetido de ijares, cabezón y expresivo, que daba cachorros tan veloces, alanos tan valientes y enfrentados, tan indolentes, tan rústicos, tan silenciosos, tan felinos, tan diferentes a cualquier cánido conocido. El ’Godo’ sirvió para consolidar la raza en calidad y cantidad, uniformidad, talla y envergadura, instinto de caza, dureza extrema, mordida firme, temperamento irreductible. Desde nuestra humilde perrera alcarreña, entregamos sus productos a rehaleros de los cuatro puntos cardinales de España con enorme éxito en los agarres y una constante, que ahora es una joya a mantener: los alanos nunca deben ser perros prognáticos.

Ha pasado el tiempo. La selección de la raza -ulterior a su recuperación- está mayoritariamente confundida y errónea. El principal y nefando defecto de la población actual es un prognatismo casi general, que debería ser especialmente intolerado en machos. Extraviar el tipo genuino de cabeza que ya definió el rey Alfonso el oncenocabeza de congrio- significa despojar a la raza del sitio internacional que merece. Los criadores más identificables hoy ya no son monteros, sino caninos de los de exposición, doggy people. Lenguas viperinas con venda en los ojos que, en tan solo cuatro generaciones, han desbaratado la raza hasta hacerla irreconocible. El prognatismo gusta a las mujercitas que están detrás de la raza. Ellas y ellos han debilitado el carácter de la raza, hasta endulzarlo con perros babosos, cariñosos, delicados y chillones. Fomentan la falsa idea de que el alano es un apacible animal de compañía para obtener clientes urbanos. El prognatismo ha transformado el tipo, fomentando perros de constitución cilíndrica, rechonchos, de galope imposible, de perfil ultra-cóncavo, ojos redondos y saltones. Los criadores del sur han introducido como reproductores a mediocres perros de presa. Utilizaron un lisiado que se movía como zaranda, rescatado en hora mala del muy poco funcional banco de carpintería y un cruzado de una bóxer de Bilbao, con su misma capa colorada, el cacareado ‘Turco’. Luego, han proseguido con un sostenella y no enmendalla en una recua de chatos inaceptables: Taranto, Curro, Goico, Vitorino... ejemplares todos ellos prognáticos, que han ensuciado la sangre y que deberán ser depurados de cualquier pedigree que se precie. Vigile que ninguno de los nombres de perros que dan colofón a este columna esté en la genealogía de su nuevo cachorro.

C.C.